Estoy tan desengañada, tan parecida a vos. Una vez me dijiste que querías pero “con resguardos”. Y después de mucho tiempo llegué a entenderlo. Entiendo al menos qué querías decir... pero conmigo no tenías que esconderte, no había de qué protegerse. Mi amor era puro, maleable, arenilla.
Cuando pienso en lo que me hiciste, soy más parecida a una roca, a un parlante, a una silla. Estoy, me usan, eso es todo. No tengo sentimiento hacia personas como tenía antes, te llevaste todo. Sí, vivo más tranquila: “no querer” te hace vivir tranquilo. No quiero a nadie, entonces nadie puede hacerme daño. Me convierto en un autómata y me cristalizo, me hago impenetrable. Soy una fortaleza inderrumbable para los otros. Solo yo puedo.
No necesito a nadie, pero a veces te extraño. Me paso la vida escuchando a otros: los problemas de otros, las alegrías de otros. Soy un inmenso receptor de emociones ajenas... y casi con ironía no puedo aprehender ninguna de ellas. Me pasan por al lado, me rozan siquiera. Pero ningún sentimiento penetra. Puedo sonreír, puedo ir a un hotel, puedo hacer el amor. Puedo imaginarme que está todo bien pero sé que salgo de la burbuja y todo cambia. El mundillo feliz que había creado se desvanece y da lugar a mi realidad distorsionada. Si, tenías razón, tengo muy distorsionada la visión.
Hasta hace unos meses pensaba que podía casarme, que podía tener una familia, quizá hasta hacer una vida normal. Hoy sé que nací para morirme sola. Sé que todo lo que me sostenía se vino abajo. Todo lo que anhelo, lo que para la gente es normal, para mí es inalcanzable; o peor, se escapa cada vez que acerco la mano. Nací para morirme sola: no porque me falten “candidatos”, o porque sea mala, fea, bruja o sea mi karma, sino porque LO ELIJO. No quiero que nadie entre, que nadie me moleste. Así estoy bien. Y a veces te extraño.
Me siento confundida porque mientras más receptiva soy, menos recibo. Como dije, estoy siempre escuchando (sé que es una cualidad no abundante en esta sociedad) intentando ser la excepción. Y escucho, pero no soy escuchada. Extraño nuestras charlas, tu interés en qué me pasaba a mí. Estoy cansada de conocer gente pedante que lo único que hace es hablar de si misma: “soy abogado, tengo un programa de televisión, soy periodista... vos tenés hermanos? Porque yo tengo cinco, uno es esto, el otro es aquello”.Dónde quepo yo? Dónde está mi espacio? Estoy harta de escuchar.
Hoy los resguardos los tengo yo. Las barreras me las trasladaste a mí, o las adopté de vos, como sea. Y lo más triste es que no estoy tomando una actitud represiva de “no quiero querer a esta persona”. Es más simple: los sentimientos no surgen. No hay nada adentro mío. Solamente un par de fantasmas, algunas marcas indelebles y la convicción de que este mundo no está hecho para personas como yo.
Cuando pienso en lo que me hiciste, soy más parecida a una roca, a un parlante, a una silla. Estoy, me usan, eso es todo. No tengo sentimiento hacia personas como tenía antes, te llevaste todo. Sí, vivo más tranquila: “no querer” te hace vivir tranquilo. No quiero a nadie, entonces nadie puede hacerme daño. Me convierto en un autómata y me cristalizo, me hago impenetrable. Soy una fortaleza inderrumbable para los otros. Solo yo puedo.
No necesito a nadie, pero a veces te extraño. Me paso la vida escuchando a otros: los problemas de otros, las alegrías de otros. Soy un inmenso receptor de emociones ajenas... y casi con ironía no puedo aprehender ninguna de ellas. Me pasan por al lado, me rozan siquiera. Pero ningún sentimiento penetra. Puedo sonreír, puedo ir a un hotel, puedo hacer el amor. Puedo imaginarme que está todo bien pero sé que salgo de la burbuja y todo cambia. El mundillo feliz que había creado se desvanece y da lugar a mi realidad distorsionada. Si, tenías razón, tengo muy distorsionada la visión.
Hasta hace unos meses pensaba que podía casarme, que podía tener una familia, quizá hasta hacer una vida normal. Hoy sé que nací para morirme sola. Sé que todo lo que me sostenía se vino abajo. Todo lo que anhelo, lo que para la gente es normal, para mí es inalcanzable; o peor, se escapa cada vez que acerco la mano. Nací para morirme sola: no porque me falten “candidatos”, o porque sea mala, fea, bruja o sea mi karma, sino porque LO ELIJO. No quiero que nadie entre, que nadie me moleste. Así estoy bien. Y a veces te extraño.
Me siento confundida porque mientras más receptiva soy, menos recibo. Como dije, estoy siempre escuchando (sé que es una cualidad no abundante en esta sociedad) intentando ser la excepción. Y escucho, pero no soy escuchada. Extraño nuestras charlas, tu interés en qué me pasaba a mí. Estoy cansada de conocer gente pedante que lo único que hace es hablar de si misma: “soy abogado, tengo un programa de televisión, soy periodista... vos tenés hermanos? Porque yo tengo cinco, uno es esto, el otro es aquello”.
Hoy los resguardos los tengo yo. Las barreras me las trasladaste a mí, o las adopté de vos, como sea. Y lo más triste es que no estoy tomando una actitud represiva de “no quiero querer a esta persona”. Es más simple: los sentimientos no surgen. No hay nada adentro mío. Solamente un par de fantasmas, algunas marcas indelebles y la convicción de que este mundo no está hecho para personas como yo.
C.L.

No hay comentarios:
Publicar un comentario